Review: “The Seed of The Sacred Fig”, ganadora del Grand Prix de Cannes 2024

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Mohammad Rasoulof es un director iraní activo políticamente y que utiliza el arte como método de visibilización y catarsis por toda la crisis política que ocurre en su país natal. Esta vez, para poder estar en Cannes tuvo que realizar una travesía que le costó estar en el ojo del sistema político de su país haciendo de conocimiento público que sería perseguido por esto luego de ser sentenciado a 8 años de cárcel por el estado islámico.

“The Seed of The Sacred Fig”, fue una de las últimas películas en estrenarse en la competencia oficial de esta edición número 77 del Festival de Cannes. De hecho, muchos periodistas y profesionales del cine habían partido del lugar, por lo que para los que quedábamos en el lugar fue un regalo inesperado. Esta corresponsal es fanática del cine iraní, pero Rasoulof tiene un componente que no todas las otras películas de este país tienen, y es su contenido político y social. El director es capaz de lograr movilizar al espectador sin adoctrinarlo, solo mostrando y visibilizando lo que ocurre en las calles de su tierra natal. En este film, cambia de formatos de filmación, con tomas desde el celular en manifestaciones reales y vuelve a su historia con una familia que es impactada por esta crisis social y política en su más íntimo núcleo.

La película es capaz de abordar paralelamente y con la misma profundidad lo que significa vivir en un estado donde las mujeres no tienen derechos y donde el poder de la religión lo maneja todo. Esta película nace desde la rabia, desde el encarcelamiento anterior del director por la defensa de su postura ante el gobierno iraní. Por esto todo este film se hizo en secreto, los actores arriesgaron su vida para poder hacerlo, es más su protagonista, Iman (Misagh Zare), también es perseguido por escapar de Irán.

¿Cuál es la narrativa?

El director logró contar esta impactante historia desde la mejor manera, contraponiendo visiones desde la intimidad de una familia, que convive las dos visiones, versus la realidad de un país. Imán, que es padre de tres hijas, trabaja para el gobierno y le es leal a él. Su pareja, Najmeh (Soheila Golestani), observadora y silente, transita entre la vida de su marido que trabaja en el gobierno y sus hijas, Rezvan (Mahsa Rostami) y Sana (Setareh Maleki) que están en contra del régimen. Son ellas las que le dan apoyo a Sadaf (Niousha Akhshi) una políticamente activa compañera que es atacada en las protestas y que tiene una de las escenas más escalofriantes de la película donde sacan balines de su rostro y luego tintinean y se dejan caer entre la sangre en el lavabo del baño contrastando con un pulcro blanco que es impactado por el rojo fluido que cae de las manos de Najmeh.

En el transcurso de la película los roles van cambiando, Imán comienza a ser objeto de protestas por sus acciones trabajando por el gobierno y todo comienza a cambiar caóticamente cuando la pistola que utiliza desaparece de su hogar sembrando pánico en el protagonista y creando un ambiente de completa duda entre la familia.

Es aquí donde el poder y el estado patriarcal religioso que domina el régimen iraní toma toda su fuerza y envuelve al espectador en la visión de un hombre y un cast que arriesgó todo para que su verdad se hiciera pública.