La película de Ali Abassi se estrenó hoy en el Festival de Cannes y las actuaciones de Sebastian Stan como Donald Trump y Jeremy Strong como Roy Cohn son espectaculares.
El film narra el paso de un común y corriente Donald Trump al narciso empresario del imperio inmobiliario. En esta etapa es el abogado Roy Cohn (Strong) quien apoya al joven Trump ante sus problemas con hacienda y le enseña tres lecciones que le cambiarán la vida.
Niega absolutamente todo, nunca aceptes un fracaso, ni lo reconozcas. Así, obnubilado por el dinero y la fama, comienza a utilizar a quien tenga por delante para lograr su objetivo volviéndose cada vez más narciso y megalomaníaco.
Es interesante ver como en el film retratan este cambio y a pesar de que fue criado, como le decía su padre, para ser un “Killer” (asesino), bajo el lema “existen los que matan y los que mueren”, son las oportunidades las que van formando a este hombre que se alimenta de su ego y no tiene ningún tipo de vínculo con nadie más que el mismo.
Un joven y desconocido Donald Trump (Stan) está sentado en uno de los bares más exclusivos de Nueva York y a su cita, le recita todos los nombres de los grandes empresarios de la gran manzana. Hasta que una mirada no se despega de él y lo invita a su mesa. Roy Cohn, un espectacular Jeremy Strong, es uno de los abogados más prestigiosos y radicales del mercado, el solo gana y eso se lo hace saber a Trump que comienza a aprender cada uno de sus trucos. Desde cómo vestirse a cómo contesta el teléfono.
El director transita muy bien esta relación maestro-pupilo que poco a poco se va convirtiendo en una de igual a igual y que termina en el desconocimiento de la ayuda absoluta de quien lo construyó por parte de Trump.
Al principio del film la incredulidad asoma ¿estará humanizándolo?, ¿nos querrá mostrar el director el contexto de la familia del personaje para hacernos empatizar con él?, pero por suerte para los espectadores esto cambia y comienza a erigirse el Trump que ya el mundo conoce, el que no mide consecuencias y el que es capaz de darle la espalda al mundo entero por obtener lo que quiere. Así, el director comienza a mostrar cómo las piezas claves que fueron en su momento indispensables para el magnate de los bienes inmobiliarios comienzan a ser desechadas cual basura que debe sacarse del lugar y eso incluye familia, amigos, pareja (una espectacular Maria Bakalova como Ivana Trump) y con quienes trabaja.
El maquillaje es espectacular, hay imágenes de Sebastian Stan irreconocibles y casi igual a Donal Trump entre los años 70’s y 80´s que es la temporalidad en que ocurre la película. Por otra parte, las actuaciones, dejaron atónitos a la audiencia de Cannes que ovacionó a Sebastian Stan por 8 minutos con un aplauso cerrado a sala llena en el Teatro Lumiere del Palacio del Festival, y la actuación de Jeremy Strong y todo su arco de personaje desde el “tiburón” más grande de Nueva York hasta la vulnerabilidad de tener que recibir una negativa a que Trump le contestara el teléfono después de todo lo que hizo por él.
Si bien la película tiene escenas bastante polémicas de la vida íntima del expresidente en su etapa pre-política, es una película que perfectamente puede estar fuera del programa del festival. Es interesante, sin duda, hay imágenes que se sienten y que llevan al espectador (según su ala política) a ser provocado por la impunidad con la que se mueve y cómo el dinero, a veces, si lo compra todo. Es una película que toma una posición política y eso se agradece en tiempos convulsos.